“Caminó a mi lado todo el tiempo prácticamente sin soltar mi
mano. Halagó todas y cada una de mis frases inteligentes y se aburrió de mirar
mis ojos con su rostro sonriente. Fue mucho más allá de cualquier palabra. Rompió
distancias límite para otros y siguió aferrándose a la idea de que yo era
perfecta para él.
Lo acompañé en su avance hacia ninguna parte, cogida de su
mano sudorosa. Asentí a todos sus halagos y negué aquellos que me parecían
excesivos. Me sonrojé las mil veces que admiró mis ojos claros y le correspondí
cuando decidió que las palabras sobraban.
Pero en el fondo sabía que me estaba convenciendo de que debía
ser el elegido porque en él residía todo lo que yo había pedido. No era mi
ideal imaginario pero era de carne y hueso, al fin y al cabo. Me sorprendió
darme cuenta de que en realidad no era lo que yo quería pero que, aún así,
había decidido conformarme asumiendo y aceptando que, después de todo, las
cosas ya no podían ser de otra manera.”