domingo, 1 de marzo de 2015

"En el ojo de esta tormenta sin lluvia..."


“Puede que fuera mejor así…Quizá más vale acabar de forma abrupta, cortar mientras la llama aún está encendida, que llegar a ese punto en que la ternura se convierte en amabilidad, la necesidad en simple obligación. Mejor echar algo de menos que acabar echándolo de más. Prefiero la nostalgia a la rutina.” – Cristina

“Amor, curiosidad, prozac y dudas”- Lucía Etxebarría


          Y es que me está pasando algo como lo que le pasaba a la protagonista de la historia: yo, al igual que Cristina comencé a dejar todas aquellas relaciones que se encontraban ardiendo de forma latente en mi vida. Sin darme cuenta, los fui alejando uno a uno hasta acabar rodeada de un silencio demasiado ruidoso.

           Comencé por ese amor pasajero de otoño, por los amigos locos de la casa del desahogo, por las viejas amistades de colegio, por los fieles del norte y por mis allegados más íntimos. Fui acortando el radio hasta quedarme en el centro del círculo de las relaciones de mi vida. Sola, con el silencio que tanto pedía, con la soledad que me hacía falta…con la tristeza del pasado.

           Dejé de lado el yoga, los domingos de espiritualidad compartida, las tardes de frío en alguna casa ajena, las sorpresas de alguna compañía.

           Dejé de lado todo aquello que me había hecho tan feliz. Abandoné a su suerte a todos los que temía perder. Cómo es la vida, ¿eh? Dejamos escapar aquello que tememos perder por ser egoístas e inconformistas, por no saber lo que queremos o por no saber distinguir el momento en el que lo queremos.

           Ahora estoy en esta situación: en el medio de mi círculo desolador, necesitando como antaño el abrazo de alguna amistad que me perdone, rogando por alguna de aquellas risas de verano que me saque de esta soledad.   

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