Sentada al otro lado de la
habitación me observa mientras fuma su cigarrillo. Aquella muchacha había
sido mi punto de apoyo, mi zona segura, la línea de mi horizonte. Había sido
extremadamente importante en mi vida. Lo había sido tanto y durante tanto tiempo
que observarla por fin desde una nueva perspectiva llena de prejuicios, me
hacía darme cuenta de que aquel fracaso significaba muchísimo tanto para ella
como para mí.
Le da una nueva calada a su
cigarrillo sin apartar sus ojos de los míos.
Me siento tan insegura ahora. Mi
punto de apoyo ha desaparecido. La muchacha a la que había idolatrado durante
tanto tiempo me devuelve una mirada triste y ansiosa, mientras yo lucho una
batalla silenciosa bajo las profundidades de mi alma, intentando no odiarla como
mi cuerpo y mi cabeza me piden.
Intentando convencerme de que
ella no podía haberlo hecho, intentando luchar contra el sentimiento
inaplazable de dolor, de sentimientos encontrados, de agonía e incluso de
pérdida.
Ella lo había significado todo y
el hecho de que yo no pudiese oír ninguna de sus palabras empeoraba las cosas.
No me dejaba pensar con coherencia, no me dejaba ir en paz.
Sentada al otro lado de la
habitación me observa mientras fuma su cigarrillo, mientras el mundo a
nuestro alrededor se hace pedazos de forma irremediable.
No pude evitarlo y me eché a
llorar. Y llorando su pérdida me fui caminando por los escombros que habíamos
dejado a nuestro alrededor.
Aún así, y a mis ojos, ella
seguía siendo perfecta. Yo era simplemente yo pero sin ella.
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