domingo, 10 de marzo de 2013

Y estábamos allí, mintiéndonos


            Creímos que aquello nos pertenecía, que éramos dueños de nuestra verdad a medias y que la realidad simplemente pasaba a nuestro lado como una desconocida.
Intuíamos o preferíamos olvidar que aquello era, más que nada, un juego de niños. Nos ocultábamos juntos esperando que nadie descubriera nuestro terrible secreto.
             Supongo que decrecimos con el tiempo, que la unión, la amistad o la tontería mutua nos haría olvidar la poca madurez adquirida de forma reciente y pasajera.  Nos dedicamos a querernos sin muchas demostraciones, a lo lejos y muy de vez en cuando.
             Empecé a pensar que algo podría salir de toda esta historia, que después de tanto amor a medias, tanta tontería sin sentido y tanto decrecer con el tiempo aprenderíamos a confesar algo que nos acercara aún más, algo que nos permitiera salir de nuestro escondite sin ser juzgados ni delatados. Pensé que ganaríamos el juego.
             Y ahora estoy aquí, ignorándote.
             Creí que sería más difícil, que tu lejanía me haría un daño tremendo, que viviría siempre bajo la lluvia de mis lágrimas y que la soledad volvería a mí para nunca marchar.
             Querido amigo: he decidido convertirme por fin en egoísta y seguir tus propias enseñanzas. Volvamos al pasado y olvidemos que nos conocemos. Solo estamos perdiendo el tiempo, tiempo que ahora necesito para buscar un nuevo lugar en el que esconderme porque ahora de quién he de ocultarme es de ti. Lo más triste de todo esto es que he descubierto que sólo eras el cómplice de nuestra captora y que no tenías intención de dejarme ganar.
             He descubierto que vuelves a elegirla a ella y espero que entiendas que estoy cansada de necesitarte tanto.

Ahora me toca recordar cómo vivía sin ti. 

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