Creímos que aquello nos pertenecía, que éramos dueños de nuestra verdad a
medias y que la realidad simplemente pasaba a nuestro lado como una
desconocida.
Intuíamos o preferíamos olvidar que aquello era, más que
nada, un juego de niños. Nos ocultábamos juntos esperando que nadie descubriera
nuestro terrible secreto.
Supongo que decrecimos con el tiempo, que la unión, la
amistad o la tontería mutua nos haría olvidar la poca madurez adquirida de
forma reciente y pasajera. Nos dedicamos
a querernos sin muchas demostraciones, a lo lejos y muy de vez en cuando.
Empecé a pensar que algo podría salir de toda esta historia,
que después de tanto amor a medias, tanta tontería sin sentido y tanto decrecer
con el tiempo aprenderíamos a confesar algo que nos acercara aún más, algo que
nos permitiera salir de nuestro escondite sin ser juzgados ni delatados. Pensé
que ganaríamos el juego.
Y ahora estoy aquí, ignorándote.
Creí que sería más difícil, que tu lejanía me haría un daño
tremendo, que viviría siempre bajo la lluvia de mis lágrimas y que la soledad
volvería a mí para nunca marchar.
Querido amigo: he decidido convertirme por fin en egoísta y
seguir tus propias enseñanzas. Volvamos al pasado y olvidemos que nos
conocemos. Solo estamos perdiendo el tiempo, tiempo que ahora necesito para
buscar un nuevo lugar en el que esconderme porque ahora de quién he de ocultarme
es de ti. Lo más triste de todo esto es que he descubierto que sólo eras el
cómplice de nuestra captora y que no tenías intención de dejarme ganar.
He descubierto que vuelves a elegirla a ella y espero que
entiendas que estoy cansada de necesitarte tanto.
Ahora me toca recordar cómo vivía sin ti.
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