domingo, 5 de mayo de 2013

Por el camino de la locura.


             

           Estaba allí, subiendo por la montaña de la locura, disfrutando de un momento irrepetible de esos que se quedan guardados para siempre.
              No estaba segura de a dónde iba. La música estridente sonaba a todo volumen en aquel coche nuevo, mientras yo hacía de copiloto siguiendo una carretera poco iluminada.
              Siento el viento en mi cara, el sonido en el aire y la risa escapando de mi cuerpo.
Soy tan feliz.
             No quiero volver al mundo real. No me quiero bajar. No quiero estar en ningún otro lado. Siento que el mundo no es nada porque yo soy enorme, siento que estoy viajando sin rumbo y no me importa. Todo da igual.
             Giro la cabeza y observo las luces de las casas que aún siguen despiertas a esta hora. Sigo sin entender en qué momento se ha producido el cambio que lo ha significado todo, sigo sin comprender cuándo he cambiado mi forma negativa de pensar y ahora me alegro de estar siguiendo un camino sin rumbo con gente a la que, de alguna forma, he aprendido a querer recientemente.
            Ahora que los libros me reclaman, sé que extrañaré las tardes de té y de filosofía casera en la habitación del desahogo. Lo extrañaré cuando las charlas sobre literatura ya no sean algo accesible. Por  eso y demás: gracias por regalarme este momento inolvidable.
 “Yo también necesitaba esto.”

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