Esperaba que algo sorprendente me pasase esta semana que me
devolviese aquellas ganas inmensas de escribir que solía tener. Pero nada. Nada
espectacular ha sucedido que me haga mirar la vida de otra manera y después de
tanto tiempo esperando el momento perfecto, he recordado que aquello de la “inspiración”
solo viene cuando se pega el culo a la silla y los codos a la mesa.
Es cierto que he vuelto a reencontrarme con una ínfima parte
de mi pasado. He caminado por un trocito del ayer y he realizado, como en
anteriores ocasiones, que ya no me apetece como antes vivir bajo la sobra de
alguien que no me ve como una igual. Que de alguna forma me infravalora de manera
notoria sin conocer yo el por qué.
Después de tanto sacrificio, de todas las cosas que he hecho
por ti sin que aparentemente signifiquen nada, termino por suponer que esto es
lo que me ha tocado vivir y supongo también que será por algo, que algún motivo
secreto del destino no permite que las cosas funcionen correctamente o como a mí
me hubiese gustado.
Sospecho que la otra parte de este destino tan impredecible
es aquella en la que aparece esa llamada a las tantas de la noche de otro
alguien que ha aparecido para alegrar mis ratos más insólitos. La realidad es
que quiero a este amigo de una forma tan desconcertante para mí que sigo
desconociendo como lo hago siendo los dos tan absolutamente incompatibles.
De todas formas, tengo la esperanza de que el viento vuelva
a soplar a mi favor este fin de semana. Que las cosas vuelvan a darse tan
hiladas como antes y de que no me pase con ellos lo que me ha sucedido con los
otros.
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