Este año no quería extenderme. Sí, he traspasado la barrera
de las dos décadas. Se supone que todo lo que queda detrás son los recuerdos de
una niñez complicada, de una adolescencia un tanto difícil y de un montón de
imágenes desordenadas de momentos vividos y pasados.
Sí, me cuesta aceptar el hecho de que ahora empiece mi vida
con un 2 con lo poco que me gustan los números pares. Me cuesta también aceptar
que tenga que ser correcta porque el momento de "descubrir" quedó atrás. Creo que
lo que más me va a costar aceptar es que ya no veré la madurez como algo lejano
sino como un hecho presente.
Ya no tendrá sentido mentir para salir a descubrir el mundo
prohibido. Se acabaron las épocas de pedir permiso para todo. Adiós a la seguridad
de los brazos de mamá. Toca pelear con uñas
y dientes, aguantar las lágrimas, tomar aliento y continuar.
La realidad es esta, la que elegí para mí. Elegí ser
correcta, alocada en el sentido correcto, imperfecta cuando no quedaba de otra.
Ejemplo para mi hermana, amiga para mis amigos, familia para mi familia. Elegí
seguridad. Odiar las fiestas, amar el mar, dormir hasta que duela, llorar a
escondidas. Tomé la decisión de seguir caminando bajo las tormentas, de
enamorarme de cosas irreales, de vivir más en mi mundo que en este mundo.
Decidí que haría aquello que quisiese hacer y no aquello que
querían que hiciese y aún así, siento que he malgastado muchas oportunidades,
he dejado pasar momentos, amigos, amores, lecciones…en fin, lo irrecuperable.
Todo lo que he hecho ha sido por obra y voluntad propia. No
puedo atribuirle mis incontables errores a nadie más. Soy la culpable de todo
lo malo pero también de todo lo bueno.
He crecido con una familia que hizo lo imposible para
hacerme feliz. He tenido unos padres impresionantes aunque nunca supe como
decírselo. Tuve una maestra grandiosa, unos amigos perfectos para alimentar mi
locura. Tengo una amiga-prima-hermana, (según se presente la ocasión), con la que
he tenido mis más y mis menos pero que, sorprendentemente, siempre aparece
cuando la necesito.
He tenido un profesor de lengua que me animó a hacer esto: a
amar a las letras, a sentirme bien contando esas cosas que nunca cuento. Tengo
una hermana que es el blanco de mi negro y por la que mataría sin dudarlo
aunque a ella tampoco sepa como decírselo. He podido abrazar de nuevo a mi
amiga de la infancia, caminar al lado de mi primo, sentir el dolor de un adiós
que nunca es hasta luego.
He podido viajar, amar en secreto, llorar riendo, cantar
gritando y soñar estando despierta. Me he sacado el carnet de conducir a la
primera, he aprendido a ver lo positivo en la oscuridad más absoluta. He adquirido
un hermano de otra madre. Conocí a los “Pipus”, dejé ingeniería y colapsé del
estrés. Aprendí a jugar al “LOL”, probé el Diamante y rechacé a un amor. Me
robaron, me pegaron y lo superé. Me tomé un año sabático y volví a estudiar
(hola PDF de “Teoría del Buque” que debería estar leyendo). Mandé cartas a mano
por correo, empecé en Yoga y encontré mi lugar
favorito.
20 otoños a base de recuerdos y aún sigo sintiéndome
insegura.
Este año no quería extenderme pero, joder, que sentimental
me pongo los 22 de octubre a las 12:00.
Sigo manteniendo el miedo al fracaso, sigo creyendo que lo
bueno aún está por llegar, sigo esperando el por qué de un axioma irrelevante y
me alegro profundamente de haber dejado ingeniería.
Giulietta
¿Ves? Lo malo se transforma en bueno y volvemos a empezar.
NO TE RINDAS
* * *