"Desde el alféizar de la ventana me miró como si me
reconociese. Como si por un segundo, recordase todos los mimos y caricias que durante
tanto tiempo le regalé. Me miró, con esa mirada ahora perdida que muchas veces
me había dado temor hacer entristecer.
Aquella mujer, ya entrada en edad, aquella que había colmado
mi vida de cariño, ya no era lo que solía ser.Ya apenas sonreía o levantaba
los ojos de sus manos. Ya no cocinaba porque no era capaz de acordarse, por
supuesto, de ninguna receta, ni de donde se encontraba aquella cocina en la que
tantas horas invirtió.
Supongo que ya no se acuerda de que cocinar era su tarea
preferida. Supongo que no debe de recordar todas las caras de felicidad
alrededor de la mesa ni a la cantidad de personas a las que había enamorado con
sus tartas “improvisadas”.
Pero más trágica que la pérdida de un ser querido es la
presencia de alguien que en realidad ya no está. Alguien que no es capaz de
acordarse del nombre de sus hijos, ni de como levantar la mirada de sus
manos.
Pero hoy, supongo yo, algún recuerdo del pasado se ha
apoderado de sus maravillosos ojos y ha decidido reconocer mi rostro al otro
lado del cristal. Algo desconocido para mí e incluso para ella, ha vuelto hacer
saltar esa llave del azar y además de sus ojos, mi mujer, me ha devuelto una sonrisa."
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