martes, 13 de mayo de 2014

No me lo digas.


           "Él no encontró la forma de decírmelo y yo tampoco quería que él me lo dijese.

           No me creía capaz de enfrentarme a eso principalmente, (y siendo totalmente egoísta), porque no quería que lo que teníamos hasta entonces se fuese por la borda. No quería que él se arriesgase a confesar sus sentimientos para ser nuevamente rechazado.

          Siempre me ha sucedido lo contrario, soy yo la que siempre quiere más de lo dos, siempre la que arriesga más y se choca contra la pared del "no". Nunca había tenido que rechazar a alguien hasta que le conocí, y como dije en alguna otra ocasión, fueron mis palabras las que le hicieron tomar el coraje necesario en aquel momento para confesarme todo aquello.  

          Pero esta vez fue diferente. Me centré en dejar clara nuestra amistad desde el principio, pensé que el primer rechazo le daría la confirmación de que nada podía suceder entre nosotros, pero ya no me sirven las viejas excusas y tampoco quería ser hipócrita en esta ocasión y aferrarme de nuevo a lo mismo.

          Le necesito como amigo, y volviendo a mi egoísmo confeso, los malos y cambiantes tiempos que están pasando en nuestro círculo me hacen aferrarme a él como una desquiciada, me hacen quererle más porque se lo merece, porque él es así. Porque los dos sacrificamos nuestro tiempo para estar con el otro, porque quiero a este amigo que mantiene mi alma unida cuando ni yo misma me reconozco.

          No puedo decirle que no ahora cuando todo lo que tengo para seguir bien es él, cuando estoy tan bien y tan entera. No, cuando empiezo a perdonarme por todo."

No hay comentarios:

Publicar un comentario