miércoles, 28 de mayo de 2014

El tiempo pone a cada uno en su lugar.


El tiempo.

            Lo increíble es que hace unas semanas había entrado en pánico pensando que todo lo que había ido cultivando se iría con la primera tormenta. Ahora, cuando todo parece volver a su sitio, es cuando logro verlo todo en perspectiva, con una imparcialidad sorprendente incluso para mí.

Él ha vuelto, nosotros volvemos a ser los mismos y todo vuelve a la normalidad.

            Me sorprendo ahora de la actitud que tomé por aquel entonces: entrando en pánico al instante, sintiéndome culpable y triste al mismo tiempo, implorando por un cambio, una señal, un “algo” que devolviese todo a su sitio.

            Con los días, las cosas volvieron a establecerse. Pasé de la tristeza a la aceptación, del pánico a la comodidad y me resigné, sin mucho problema, al cambio.

“Tampoco se está tan mal. De hecho, no se está nada, nada mal.”

            Tras la vuelta del retiro, la energía renovada y la tranquilidad de la estabilidad, llegan las noticias frescas, los “¿por qué?” y los “¿y ahora qué?” y me zambullo a pensar en qué pasará ahora que ya me había acomodado en este nuevo ambiente.

             De pronto, las viejas costumbres me parecieron enemigas, las antiguas bromas me sonaban a tragedia y las esporádicas caricias de antaño me parecieron ajenas y demasiado ardientes.

“¿Quién eres y por qué estás aquí? Con lo cómoda que yo estaba en la tranquilidad de la seguridad de saber que había aceptado que tú ya no estarías.”

El tiempo…

             Me ha devuelto algo que no estaba preparada para perder pero algo que no estaba segura de querer devuelta.

             Miedo al cambio. Pánico a no saber cómo adaptarme a él.

¿Qué será de mí sin él? ¿Qué será ahora conmigo? ¿Qué será?

El tiempo lo dirá…supongo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario