No sé si alguna vez te ha pasado, querido lector, que
sientes que un día te comes el mundo, arrancas con todas las ganas, lo quieres
todo y sientes que vas a tener un día estupendo y al siguiente te levantas un
miércoles (por ejemplo) sintiendo que es lunes, con ganas de matar a alguien y
pobre del desgraciado que se atreva a hablarte por la mañana.
Así es como me he dado cuenta de lo “cambiantes” que somos
los seres humanos. Un día somos unos dioses, la vida es estupenda y al
siguiente todo es un desastre, la vida es una mierda, “déjame en paz”.
Yo, que tengo una hermana, que vivo con ella todo el día y
que dormimos en la misma habitación, veo esto muy claramente. Hay días en los
que ella me mata con la mirada cuando hago alguna broma, otros en los que ella
tiene el ánimo lúdico muy alto y quiere jugar a algo y yo me quiero enterrar en
la cama. Hay días, muy pocos, en los que las dos coincidimos y nos llevamos muy
bien y peleamos en broma, miramos alguna serie o película e incluso compartimos
cotilleos. Los problemas empiezan cuando metemos a mi madre en estas “peleas de
broma” y ella lo único que quiere es tirarnos por la ventana.
No sé si se entiende mi punto de vista. Es que realmente yo
tampoco sé que es lo que quiero reflejar exactamente. Es eso de que nadie tiene
dos días iguales. Yo era todo negatividad, todos los días a todas horas. Unos
días en un grado más alto que otros, pero siempre negatividad.
Creo que me doy cuenta de todo esto ahora porque es cuando
más “días felices” he tenido. Es el hecho de que ahora intento con todas mis
ganas cambiar un poco, reír más, estar más contenta y dejar de lado aquella
negatividad tan oscura y tan estresante que me acompañaba todos los días.
"Es esta cordillera de sentimientos que a veces son en bajada
y otras en subida. Una veces nos encontramos en la cima sonriendo de
satisfacción ante la vista y otras no encontramos al pie de la montaña más alta
mirando hacia arriba con ganas de enterrarnos en la cama y no salir nunca más."
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