Supongo que ahora tocará aquello de los whiskys a destiempo,
las lágrimas en mitad de la noche y las resacas propias de ese licor llamado
amor.
Ahora toca dedicarme en cuerpo y alma, como hasta ahora y
para variar, en la búsqueda de aquel ideal tan gastado con el que soñaba tiempo
atrás. Ahora que los días han pasado me doy cuenta de que realmente no era él,
sino este ideal tan perfecto creado por mi misma el único merecedor de mi amor.
Me da igual que suene ridículo y me da igual quedar en evidencia. No creo que
sea algo para avergonzarse reconocer que prefiero seguir enamorada de un fiel
ideal imaginario que de aquellos amantes pasajeros que tanto daño hacen cuando
menos te lo esperas.
Es el único ser, imaginario o no, que aún me mantiene
expectante, aún mantiene viva las sonrisas en los días grises y aún sigue
manteniéndome contenta a pesar de este presente tan castigador a ratos. Aunque
a veces me pregunte si es esto lo que estoy haciendo mal: aferrarme tanto a él
me hace cuestionar la veracidad de algunos trágicos amores pasados.
¿Hago mal si me dedico a amar a alguien que sé que no me
hará daño?
¿Alguien conoce algún analgésico para los dolores de “mal de amor”?
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