Hoy me han roto el corazón.
Parece mentira que después de haber escrito tanto melodrama,
de haber sumergido a mis personajes en piscinas de lágrimas y haber inventado
mil y una situaciones, me haya sorprendido de esta manera. De esta manera tan
dolorosa.
Ya no recordaba justamente eso, el dolor. Ya no me acordaba
de la sensación de vacío que se te queda en el cuerpo tras algo que no ha
llegado a ser nada.
Lo más preocupante es que ha sido mi culpa. Quizá porque siempre soy la
que lo da todo, siempre soy la que se vuelca más en imaginar cómo y cuándo
lograré decir la realidad del porqué de tantas palabras, de tantas risas y de
tanta complicidad, mal o bien, siempre buscada.
Lo malo ha sido darme cuenta de que estaba dispuesta a
obviar sus defectos, a caminar de la mano con alguien con quien apenas he
podido pasar algunas horas. Lo peor ha sido darme cuenta de que estaba
dispuesta, y más que dispuesta, a presentárselo a mi círculo más cariñoso. Lo
que nunca.
El dolor que queda tras todo esto no se puede resumir, no se
puede palpar porque así es lo que está creado por la máquina, inerte y carente
de sentimientos, abrigado por la frialdad de una letra Times New Roman.
Demasiado duro es ya todo como para aguantar este nuevo
golpe de la vida, y ya es la vida demasiado dura como para tener que afrontar
un nuevo capítulo maltrecho de este desgastado y ocupado corazón.
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