miércoles, 11 de junio de 2014

ACH


Le extraño.

         Extraño las risas, los paseos nocturnos junto al mar, los cotilleos a la luz de la luna, las canciones ridículas, la complicidad en el ojo ajeno, las mañanas deprimentes, y la obligación de vernos todos los días.

          Extraño de él, mi cómplice, casi todo. Más que nada, echo de menos la forma en que me hacía reír, la verdad en sus palabras firmes, la confianza a cualquier hora del día, en el lugar que fuese.

          Extraño tener a alguien tan íntegro y seguro de sí mismo a mi lado y curiosamente era justamente esto lo que más me molestaba de él. Es raro, lo que más detestaba por aquel entonces se ha convertido en algo que extraño de aquellos tiempos.

          Era como el hermano mayor del que sigues ejemplo. Siempre madurez y adelanto acompasado de una voz grave y firme que raramente dejaba lugar a crítica. Su seguridad, su talante, su fuerza, su sentido del humor, su risa, sus gestos.

           Extrañar a un amigo es difícil cuando el poder de los recuerdos más felices ya se ha incrustado en cada poro de tus huesos, cuando el tiempo pasa para todos y lo notas solo en ti. Cuando la línea temporal se rompe para ambos en el momento en el que uno se separa para dejar que la vida y la grandeza lo sigan acompañando, para que los recuerdos buenos del pasado lo sigan siendo incluso aún más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario