Me la encontré sentada en el mismo banco de siempre, con las
manos entrelazadas y la mirada gacha. Me la encontré por casualidad, mientras
yo misma reflexionaba sobre mis cosas.
Parecía pequeña, más pequeña aún de lo que era para mí en
este presente tan fugaz. La miré como quién mira a un desconocido y ella,
percatándose de mi presencia, abrazó sus piernas y enterró la cara en sus
rodillas.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?
-No lo sé. Simplemente estaba en clase y…-Esperé, pero no
dijo nada más.
¿Cuál era la causa de su llanto? La intriga me comía por
dentro.
Permanecí de pie frente a ella, esperando por alguna otra
explicación que nunca se produjo, porque entonces aquella muchacha triste
levantó la cabeza y sus ojos, idénticos a los míos, se clavaron sobre mí.
¿Cuál era la causa de su llanto? ¿Cuál fue la causa de mi
llanto?
Mirándome a mi misma con los ojos del presente comprendí que
aquel sueño, aquella irrealidad que había sido real años atrás, sólo quería
mostrarme el nivel de estrés por el que estaba pasando por aquel entonces. Quería
ilustrarme de forma precisa la cantidad enorme de diferencias que había entre
las dos. Entre aquella débil muchacha que salía corriendo de clase de
matemáticas para llorar a solas y la preocupada y siempre fiel mujer en la que
me había convertido.
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