El viernes me fui de “excursión”. Nada de paseos muy lejanos
y caminatas largas con ropa deportiva por la montaña. Fue uno de esos momentos
en los que te encuentras sentada en el sofá de uno de tus amigos y comienzas a
hacer bromas sobre ir caminando a visitar a otro amigo al que el destino ha
decidido desterrar.
A veces las bromas cobran seriedad y terminan
“materializándose” o como en este caso: así es como terminamos cinco
“chiquillos de pueblo” caminando a paso “juvenil” con un paquete de pipas para
que no se nos secase la boca un viernes por la tarde. Todo muy inteligente. (Espero
haber dejado claro el sarcasmo).
La verdad es que fue una tarde mucho más interesante y
movidita de lo que me esperaba. Empezando por el hecho de que salimos tarde,
como siempre, de que hicimos bromas por todo el camino, como siempre, y que me
encontraba rodeada de buena compañía. Y no siempre se puede decir esto,
¿verdad?
En definitiva, la cosa quedó de la siguiente manera:
Cinco personas caminando por el borde de la carretera,
comiendo pipas y haciendo bromas para hacer más ameno el trayecto a casa de
Josué en el quinto pino, al lado de la piedra número cuatrocientos cincuenta y
ocho mil quinientos veinticinco. Ahí.
Pasamos una buena tarde e hicimos esto por él, por nuestro
amigo perdido en el monte que dios ha dejado ahí para los destierros. De forma
altruista decidimos coger una botella de agua y andar hasta su casa simplemente
porque los viernes están para eso y supongo que los amigos también. Y esto terminó por confirmar que, a veces, los planes improvisados son los que mejor salen.
De cualquier forma, gracias. Gracias por hacer de esa tarde
una gran tarde, por hacer de ese día un gran día y por hacer de mi vida un
cuadro lleno de sonrisas.
pero maricón para eso estamos no?
ResponderEliminar