domingo, 2 de febrero de 2014

Fríos recuerdos en febrero



           Después de despedirnos con cuidado, sabiendo que probablemente no nos volveríamos a ver a corto plazo, me di cuenta de que realmente ninguno de ellos, ninguna de ellas, esperaba como yo una amistad eterna. Que ninguno, ninguna, a corto plazo tendría ganas de un nuevo reencuentro.

           Sé que en noviembre las calles empezaban a enfriarse y que nosotros, bien o mal, manteníamos el calor de la amistad de aquel grupo grande, unido, que muchos veían inalcanzable, quizás porque ya habían habido demasiados grandes momentos, demasiadas risas y palabras clave, en clave, que alguien nuevo no llegaría nunca a entender.

           Pero ya para diciembre el declive casi total se hizo más que evidente. Quizás fue por la ausencia de uno de los “grandes”, por la lejanía del trayecto o por, como ya he dicho, la carente emoción ante un posible reencuentro.

           Sea como sea, un año nuevo empezó. Desconozco que es lo que vendrá para nosotros a partir de ahora. Quizás me sorprendan y podamos vernos de nuevo sin esa necesitad casi enfermiza por las discotecas y la música estridente armada, como de costumbre, con silenciador de palabras.

          O quizás, simplemente, me toque como siempre seguir alimentándome de recuerdos aunque yo tampoco esté tan segura de desear más de un reencuentro sabiendo, como sé, que ni somos los mismos ni las palabras clave siguen teniendo el mismo significado.

          A pesar de todo, y como siempre, doy las gracias a aquel grupo tan loco que durante años curó, sin saber, heridas con risas. 

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