Pero allí estaba ella, relatando todos esos horrores vividos
durante una catástrofe de la que ya no se hablaba. Allí estaba ella, irradiando
su encantadora vibración, sonriendo sin parar, aferrada a una guitarra
prestada.
Mientras las horas pasan y el horror sigue siendo relatado,
observo a aquella mujer, delgada, minúscula, naranja. Aquella mujer que parece
una muchacha cansada, cansada de tanta lucha.
No pretendo que lo entiendan, pero es que así es como fue.
Quizás podría haber sido un domingo aburrido, como cualquier otro, pero ella
estaba allí después de casi treinta años, lúcida y llena de historias.
Quizás tampoco llegues a entenderlo nunca, querido lector,
pero lo que dejó en mi aquella pequeña mujer no soy capaz de ponerlo con
palabras.
Ananda JiivaPrema
Hola!! Llegué a tu blog porque me lo pasaron y sinceramente me parece espectacular.
ResponderEliminarSeguí escribiendo siempre que puedas, me encantaría leer muchas mas cosas.
Saludos
¡¡ Muchas gracias !!
EliminarLos comentarios así son el mejor incentivo para no dejar de escribir. :)