El sábado fui al karting. Hacía
cuatro años que no me subía
a uno y me agradó saber que había “avanzado” y que ahora podía conducir en una
pista diferente con un kart más grande y bastante rápido. Lo que en realidad me
quería decir aquel señor y aquel paseo es que ya me estaba haciendo vieja. Que
el tiempo pasa para todos y que no perdona. Ni a mí ni a nadie.
A parte de eso, pude disfrutar como nunca. Sentir el viento
en la cara, el sonido del motor siendo acelerado, la adrenalina en las curvas
cerradas, la velocidad, la noche despejada, los focos sobre mí…
No se trata del placer material que es un regalo como ir a
karting, se trata de lo quedó en mi a raíz del paseo. De todas esas
sensaciones, de toda esa adrenalina. Se trata de la parte en la que salimos en
familia, en la que nos reímos de nosotros mismos y en la que disfrutamos de
forma inconsciente de los pequeños gestos gratuitos.
Gracias Andrés por haberlo hecho mejor, por permitirme estar
ahí aunque fuese tu premio. Gracias por dejarme ser partícipe de un regalo para
ti, por ser parte de un recuerdo que ahora es tan importante para mí.
Gracias.
QUE BONITO,
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