Ayer fui a yoga. Estaba en mitad de una torsión acostada
cuando comencé a pensar en las cosas que me habían ido pasando desde que me
encontré con Bea en el supermercado, más concretamente desde que estoy en yoga.
Se trata de esos pequeños momentos en los que te das cuenta
de que las cosas gratis son las que más se disfrutan y más aún cuando te caen
del cielo o te pasa algo “increíble”.
Es el hecho de que justo en el año que crees que tienes
perdido, descubres una herramienta llena de positivismo que te da la oportunidad
de buscar un trabajo. Es la casualidad de hablar con alguien que te ofrece ir a
un curso GRATUITO acerca de todos estos temas, que de repente se convierten en
fundamentales para tu vida diaria y cotidiana.
Es acompañar a alguien a cobrar su premio y llevártelo
también. Es pensar en la guitarra y que te salga un “súper-profe”, es no esperar
nada y recibir un regalo de valor incalculable. Son las cosas que te llueven y
por las que nunca sueles dar las gracias de forma adecuada porque te faltan las
palabras.
Es ese momento en el que levantas la vista y dices:
“Es
increíble, ayer estaba pensando en la forma de reunir el dinero para vernos y hoy estás aquí.”
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