domingo, 29 de diciembre de 2013

¿Feliz...Navidad?


              Este año prácticamente no me he dado cuenta de que estamos en diciembre. Parece que los días pasan de dos en dos y a vences de tres en tres. El problema de esto es que la navidad, fin de año y todas estas fechas “complicadas”, se me han venido un poco encima.

              Pensaba que era un problema mío, desde que tengo tanto tiempo disponible los días se me pasan rápido aunque parezca mentira. Ahora tengo más tiempo para hacer aquellas cosas que antes no me podía permitir, pero es que parece que es un sentimiento general.  Que la crisis, los recortes, la corrupción desmesurada, los días de bajón…acompañan a todo el mundo allí a donde vayan y que eso del “ambiente navideño” ha quedado en el olvido.

             En mi casa, por ejemplo, nadie quería armar el árbol. Yo no lo podía entender. Todos los adornos están en una misma caja y el árbol es de fácil montaje, así que la excusa de que se tarda mucho tiempo no me vale. Y es que lo preocupantes fue ir preguntando a la gente y la respuesta era la misma: “Este año no he montado el árbol. Es el primer año que no lo pongo, pero ya estaba cansada.”

              Parece que es eso, la gente está cansada. Cansada de que se las mangonee a su antojo, de que todo tenga que ser como digan cuatro payasos y que si se dice que hay crisis, hay crisis y penuria y hambre y falta de dinero y pocas ganas de sonreír y pocas ganas de vivir y…

              Las navidades no son mis fiestas favoritas, ni de lejos. Más bien me he centrado en aborrecerlas cada año más, pero es como todo, el miedo a perder algo nos hace quererlo y es que el miedo a perder las cenas navideñas, la iluminación tan característica del árbol por las noches, los adornos por las casas, las calles…Sería aún más deprimente y parece que la gente ha terminado por aceptar este sentimiento como algo natural.

              De cualquier forma, me levanté el domingo 8 y armé el maldito árbol, con sus luces de colores y sus “chirimbolos” plateados y dorados. 

domingo, 22 de diciembre de 2013

Viejos tiempos, buenos tiempos.


            Después de despedirnos de aquella forma tan fugaz supe que si volvíamos a vernos en circunstancias parecidas ninguno de nosotros seríamos los mismos. Y aunque nos empeñásemos de forma sobrehumana en aparentar normalidad sabríamos que aquello que había tardado tanto en florecer ya estaba prácticamente marchito.

             Y es que, aunque la tristeza se apoderó de mi durante un segundo supe ver y comprender que quizás, y como siempre quizás, aquello iba a ser mejor para todos. Que quizás necesitábamos romper con el pasado para continuar explorando el futuro. Que, como se hace con las cosas, hay que deshacerse de lo viejo para dejar entrar lo nuevo aunque tengamos un apego casi enfermizo por esas cosas viejas que ya no utilizamos. 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Florencia y Raúl


             “El día amanece soleado, para mi desgracia. No parece querer reflejar nunca mi estado de ánimo este tiempo tan caprichoso.

              Él sigue su camino, su vida, conmigo pero sin mí.

              Parece que le gusta eso de ir diciendo que hay alguien que le quiere y que se preocupa por él mientras sale con otras. Parece que le gusta eso de ser siempre él, él y él, no importa el orden. A sus ojos, debe parecer que a mí me gusta que me mienta, que me humille, que coquetee con otra. Parece, pero no.

              Hoy me he armado de valor. Hoy he decidido ponerle fin, por fin.

              Demasiadas dudas, demasiadas inseguridades, demasiado para demasiado poco. Así que ya, me rindo, sin más. Decido dejarlo, aunque él, el mundo, yo…sabe, sé que lo quiero. Aunque él ya me haya dejado con anterioridad, aunque ya me haya arrastrado por una segunda y tercera oportunidad.

               Las peleas no me sirven como excusa, ya últimamente ni eso hacemos. Supongo que esta es “la calma antes de la tormenta”.

               Me visto, me arreglo, lo llamo y me voy, con el corazón en un puño, con el miedo en el cuerpo, con la esperanza de que esto no le destroce demasiado sabiendo ya su historial. Esperando, como siempre he esperado por él, que me deje marchar en paz.

               Me voy para pedirle una nueva oportunidad pero esta vez para que me permita conocer a alguien que no me haga llorar cuando siento que no soy suficiente. Me voy con él sabiendo que a la vuelta volveré sola y se me llena el pecho con algo que denominé alivio.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Amor es comprensión.


           Amor es comprensión.

           Simplemente. Ya lo he dicho otras veces, amar es solo amarnos a nosotros mismos y al ideal que hemos elegido crear para la persona con la que estamos. Me explico, nosotros realmente no amamos, creemos hacerlo pero no. Amamos el ideal que hemos diseñado para esa persona por la que nos morimos, esa persona por la que sentimos una atracción sin sentido.

            Una vez pasada esta fase, cuando el ideal te demuestra que no lo es en absoluto, comienzas a ver a la otra persona tal cual es, sin idealismos, sin prejuicios, “sin máscaras ni cortinas de humo”. Comienzas a intentar buscarle un sentido a sus acciones. De alguna forma buscas el por qué de cada cosa que hace e intentas encontrar una solución coherente. Aunque muchas veces no coincida con tu opinión lo comprendes porque sabes que quieres estar con esa persona, porque te recuerdas una y otra vez que “por algo te enamoraste” de él o de ella.

            Y es eso. Simplemente. Comprensión. Comprendes por qué hace las cosas que hace, por qué dice las cosas que dice o por qué actúa de esa manera que a ti te gusta tan poco. Comprendes que es como es y le quieres así, sin idealismos. Le quieres, no le amas. Le comprendes y para mí esto ya es amor. 

miércoles, 11 de diciembre de 2013

"Exaltación Superlativa."

             

            He tenido un fin de semana atronador. No he parado ni un solo minuto, es más, se podría decir que mi “finde” comenzó el jueves ya que como aquí en España no hubo clase el viernes, todo el mundo estaba preparando fiestas y salidas.

             Pero el punto no es este, la cosa es que me las arreglé para que nada me coincidiese con nada. El jueves me pasé la tarde-noche en la casa de unos amigos. El viernes fui a pasar el día a las montañas al cumple de una amiga. El sábado me levanté a las siete para ir a yoga y me quedé por la tarde a tomar un té con los compañeros. Por la noche me tomé la guagua para ir al norte y salí con otros amigos. El domingo me lo dejé para dormir y descansar un poco hasta las seis que me fui otra vez a yoga y volví a casa como a las once o doce de la noche.

            Mi curiosidad surgió el lunes, cuando me levanté con el cuerpo destrozado y llenó de agujetas. Estaba cansada, me dolía todo el cuerpo, la cabeza me daba vueltas buscando alguna otra actividad pendiente que requiriese mi atención…en fin, un desastre, pero es que dentro de todo ese desastre me sentía feliz. Completamente feliz. Había hecho lo imposible para estar a la hora en todos los sitios, me había buscado la vida para coger las guaguas y enlazar todas las actividades, había preparado comida para la salida a las montañas y me había aprendido la clase de yoga para el sábado ya que me tocaba presentarla a mí.

            Y es que dentro de todo este caos yo tenía un orden milimetrado y con cada nueva actividad me sentía como más dispuesta a realizarla. Me decía “vamos que se te hace tarde”, “la guagua pasa dentro de quince minutos, voy a salir ya por si las dudas”, “voy a dejarme la ropa preparada para mañana” y cosas así.

             Hoy he tenido que subir a la azotea a lavar y colgar la ropa. He estado cuarenta y cinco minutos buscando excusas para retrasarlo y cuando he subido no he puesto ningún tipo de esfuerzo en poner la ropa cuidadosamente o centrarme en las cantidades de detergente. Cuando he subido la segunda vez a colgarla no me he molestado ni en poner las pinzas.

            Cinco horas más tarde tuve que ir a la ferretería a comprar una bisagra y he estado veinte minutos negociando con mi madre para que mandase a mi hermana. No hubo caso.

Dos acciones. Dos que no implican mucho esfuerzo.

             Dirán: “es que las cosas que uno hace para sí mismo y que encima le gustan, las hace de buen grado y de buena manera”. Pero es que a mí no me apetecía hacer todas las cosas que hice, o no me sentía preparada o estaba cansada o no era el momento adecuado, pero aún así lo hice y guardo muchos recuerdos y momentos que seguro que no se volverán a repetir.

             ¿Por qué las acciones cotidianas no despiertan el mismo ánimo? Entiendo que la tarea de la ropa no despierte un sentimiento de "exaltación superlativa", pero a mí me encanta caminar bajo la lluvia y hoy sorprendentemente ha llovido en Narnia, por lo que el paseo a la ferretería debería haberme agradado o eso debería haber despertado mis ganas de pasear. Pero no.

              Creo, después de todo este rollo, que lo que pasa en realidad es que no nos gusta que nos manden. No nos gusta acatar órdenes y eso es lo que suele ocurrir con las acciones cotidianas (por lo menos a mi me sucede así). Mi madre es la que suele decirme este tipo de cosas: “cuelga la ropa” “¿Puedes ir a la ferretería?” “¿Puedes ir a comprar el pan?” Pero es que cuando tengo que subir a lavar algo mío y estoy sola en casa eso es lo que tiene prioridad.

             Creo que se ha convertido en un tema demasiado hablado para lo básico que es. Así que solo diré lo siguiente: No me gusta que me manden. Está claro que prefiero dar la vuelta al mundo en guagua mientras hago las tareas que subir a colgar la ropa porque me lo dice mi madre. Y así con todo.

              Y creo que la clave está aquí. Deberían haberme enseñado que las cosas que no quiero hacer, aquellas cosas que parecen obligaciones, también tienen un claro beneficio para mí. Que en esa tanda de ropa había cosas mías y que lo que fui a buscar a la ferretería era algo indispensable para nuestro hogar.

Deberían haberme dicho que el “fin de semana” empezaba el jueves y que los lunes, martes y miércoles se cogen para hacer las tareas del hogar con una exaltación superlativa. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

"No me lo tengas en cuenta."


Bueno, aquí está la respuesta más obvia de por qué no me dedico a la poesía, y creo que con esto termino por perder el sentido del ridículo. 


"Y si a la Luna le sobra un ombligo que me lo mande certificado.

Once rosas sin espinas a la puerta han llegado y, sin embargo, anhelo aquella que de noche se ha fugado.

Diez besos de desayuno mezclados con sonrisas pasajeras, la mesa queda puesta por si se hace larga la espera.

Nueve días de verano para acariciar tu cuello. Nach ya lo decía, “tú eres lo más bello.”

Ocho grados bajo cero enfrían hoy mi cuerpo, parece mentira que sea culpa de tus besos.

Siete tempestades en mis ojos, derraman cascadas de vergüenza.

Seis pasiones malvividas en esta noche hambrienta.

Cinco pasos sigilosos hasta la esquina de tu cama.

Cuatro caricias desgastadas sin esperar a la mañana.

Tres noches tormentosas para olvidar que te extraño.

Dos silencios encontrados que se baten hoy en duelo.

Una línea que separa estos dos mundos incompatibles. Un día para verte y otro para seguir extrañándote. Una noche fría. Un ojo que llora. Un día del año en el que no piense en ti. Una mirada, una caricia, un abrazo…no pido más."


domingo, 1 de diciembre de 2013

"Hoy me siento bien, mañana ya veremos."


            No sé si alguna vez te ha pasado, querido lector, que sientes que un día te comes el mundo, arrancas con todas las ganas, lo quieres todo y sientes que vas a tener un día estupendo y al siguiente te levantas un miércoles (por ejemplo) sintiendo que es lunes, con ganas de matar a alguien y pobre del desgraciado que se atreva a hablarte por la mañana.

             Así es como me he dado cuenta de lo “cambiantes” que somos los seres humanos. Un día somos unos dioses, la vida es estupenda y al siguiente todo es un desastre, la vida es una mierda, “déjame en paz”.

              Yo, que tengo una hermana, que vivo con ella todo el día y que dormimos en la misma habitación, veo esto muy claramente. Hay días en los que ella me mata con la mirada cuando hago alguna broma, otros en los que ella tiene el ánimo lúdico muy alto y quiere jugar a algo y yo me quiero enterrar en la cama. Hay días, muy pocos, en los que las dos coincidimos y nos llevamos muy bien y peleamos en broma, miramos alguna serie o película e incluso compartimos cotilleos. Los problemas empiezan cuando metemos a mi madre en estas “peleas de broma” y ella lo único que quiere es tirarnos por la ventana.

              No sé si se entiende mi punto de vista. Es que realmente yo tampoco sé que es lo que quiero reflejar exactamente. Es eso de que nadie tiene dos días iguales. Yo era todo negatividad, todos los días a todas horas. Unos días en un grado más alto que otros, pero siempre negatividad.

              Creo que me doy cuenta de todo esto ahora porque es cuando más “días felices” he tenido. Es el hecho de que ahora intento con todas mis ganas cambiar un poco, reír más, estar más contenta y dejar de lado aquella negatividad tan oscura y tan estresante que me acompañaba todos los días.


"Es esta cordillera de sentimientos que a veces son en bajada y otras en subida. Una veces nos encontramos en la cima sonriendo de satisfacción ante la vista y otras no encontramos al pie de la montaña más alta mirando hacia arriba con ganas de enterrarnos en la cama y no salir nunca más."